O también, el cuento de la ratita: Erase una vez, una linda ratita, que pasaba los días, a la puerta de su blanca casita. A veces, para divertirse, se dedicaba a cazar gatitos, para enseñarlos a pintar. (Pobre ratita, nadie le dijo que a veces, a los gatitos, por lindos que sean, les salen las uñas.) Se dio el caso, que un día le apeteció ser "comisaria" y dicho y hecho, hoy se hace lo que yo mando. Pero se le olvidó un pequeño detalle, nadie le había dicho que lo fuera y ella no se lo dijo a nadie hasta que fue tarde y entonces, un pequeño gatito, se le quiso revelar porque no conocía sus normas. !!Oh que normas tan bonitas!! de aquí quito este que me molesta, para colocar el mío. Los demás, que expongan bajo. Como los gatitos no estaban de acuerdo con su forma de hacer, (aunque le dejaron hacerlo.) Pensó. ¿Como me puedo vengar? ¿a quien le hago daño? ¿como se lo puedo hacer? !!ya lo tengo!! a la hora de inaugurar, me cojo al invitado y le enseño la exposición y al pasar por delante de un cuadro de la mujer de el gatito, lo desprecio como si fuera un bodrio, (que para usted, a titulo personal, puede serlo. Pero no como comisaria) para así, hacer daño al gatito y de paso a su señora, aunque no haya tenido nada que ver en este asunto. NO SEÑORA RATITA. Así, no se puede ser ni compañera, ni comisaria, ni profesora de dibujo, ni profesora de pintura, ni siquiera señora. porque aunque LA MONA SE VISTA DE SEDA, MONA SERÁ Y MONA SE QUEDA.
Balfrido Erades
jueves, 16 de septiembre de 2010
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